domingo, 18 de marzo de 2018

APOLOGÍA DE LA RAZÓN AUTÉNTICA 6



 


VI. El Ego Radical


¿Somos todos egoístas? El ser humano es la especie más soberbia de la Tierra; en efecto, mientras más complejo sea el ser humano, más soberbio se vuelve. Esta no es obra maligna como pensarían las religiones, sino, más bien, un proceso natural por la conservación del Yo. Ahora bien, la proposición del Ego Radical no es más que un modelo potencial de la realidad supernarcisista del ser humano según su propia perspectiva y cómo todos los juicios que tiene son una distorsión de su propia existencia. En verdad toda percepción que tengo del mundo, incluyendo cosas, personas, animales y lugares, resultan por ser una visión distorsionada de mi propio ser en tanto que proyecto el mismo, y mi karmética, hacia lo que no soy. Es decir, todo aquello que se presente ante mis sensaciones, llego a etiquetarlo como mi propio Yo. 



Esta teoría promueve muchas dudas, particularmente, bajo la especulación racionalista que parece promover. Mas, siendo un inexistencialista, mi única preocupación es el potencial y el Ego Radical será una proposición anexa al Inexistencialismo. Para definir con exactitud su naturaleza, primero debo desechar la noción idealista que el mundo externo es una imagen extraída de mi propia cabeza; el Mundo existe, el Otro existe y, semejantemente, Yo existo independientemente de los demás (cosa que entraré en detalle más adelante). Sin embargo, la realidad independiente del Ego es maculada por éste a ser propiedad total del mismo, cubriendo al mundo objetivo (de verdad) con la capa subjetiva (de ilusión); la realidad siendo la arcilla que moldeamos a nuestro parecer y conveniencia. 



Un niño que ve a un perro en las calles, probablemente, correrá hacia él buscando una diversión cualquiera. Después de varios días de entretenimiento, lo querrá de mascota para jugar con él en el campo eterno de su mente. Para esto, debe apropiarse de él y convencer a todos del aspecto lícito de su propiedad. Siendo un niño, tendrá que acudir a la decisión de los padres para ser aprobado; los padres, por su lado, deben asegurarse que el perro no pertenezca a nadie y que, por razones de salud, no tenga alguna enfermedad contagiosa y severa. Al final todos acaban contentos: el niño por conseguir un nuevo amigo, los padres por ver la felicidad de su hijo y el perro, semejantemente, por encontrar una casa y comida con gente que lo va a querer.




Este ejemplo trae a luz el egoísmo clandestino de las cosas. Primero, que la necesidad de apropiación busca poseer el objeto y, en ocasiones, dominarlo para extraer de él un goce individual. Freud hacía la distinción entre Yo y Objeto; según el Ego Radical, para mí son la misma cosa en tanto que el Yo etiqueta el Objeto como sí mismo. Objeto del cual pertenece toda función externa hacia lo individual (no sólo las cosas, sino también los seres vivientes). Como un ejemplo similar que el propio Freud mencionó al hablar del narcisismo y, en realidad sin darse cuenta, del supernarcisismo:


Así, la «Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse» ha publicado recientemente el caso de un niño, que entristecido por la muerte de un gatito, declaró, a poco, ser él ahora dicho animal y comenzó a andar en cuatro patas, negándose a comer en la mesa, etc..;


Y veremos a menudo que la posesión y el dominio estarán unidos la mayor parte del tiempo, dado cómo al poseer sentimos la libertad de dominar o cómo, al desvanecerse esa potestad, nuestra posesión intenta poseernos y luego dominarnos. Ahora bien, al apropiarnos de algo externo surge la consecuencia inevitable que el objeto sea ya propiedad de una fuente ajena o que el objeto de nuestra voluntad resulte idéntico al objeto de otro. En el primer ejemplo, si el perro hubiese tenido un dueño o si otro crío tuviese semejante anhelo de poseerlo, entonces el niño encontraría un conflicto en cuanto al objeto de su deseo; con esto nace el término comúnmente referido como la competencia. Y es compitiendo, precisamente, que el Ego lucha por la victoria, no sólo del objeto que intenta poseer, sino también, sobre el rival que busca aniquilar. Evidentemente, el nacimiento de la competencia originó la necesidad de compartir que, en verdad, no le exime de su propio egoísmo, resultando, más bien, como una justa distribución de satisfacción a los individuos que participan de los medios. 




Esta última parte muestra el verdadero origen del bienestar y el malestar: la satisfacción condicional del Ego. Cuando el mundo gira a nuestro favor, sentimos bienestar; cuando gira en nuestra contra, sentimos malestar. Con la aparición de conceptos perdidos nace la primera evidencia del mundo exterior ya que no hubiese lógica en decir que el mundo de mi angustia sea un producto voluntario de mi mente; es por Hades que sabemos de la existencia independiente del mundo externo. El bienestar aparece cuando este mundo concuerda con nuestro deseo o, en el caso de los más ignorantes, cuando parece concordar. Sin duda, el bienestar es resultado de una exitosa conquista o dominio del mundo respecto a nuestra intención egoísta; el malestar aparece cuando este dominio nos domina en el evento que un antagonista (perdición) se presente ante la voluntad del Ego y lo recluya. 




Existen dos temas importantes respecto al desplazamiento del Ego: el potencial suficiente y el potencial deficiente. Ambos abarcan puntos de concentración potencial a los que llamo núcleos. El potencial equivale a un mundo y este mundo se rige según las condiciones a las que se expone, por espacio y tiempo, a un núcleo determinado (el centro y corazón del mismo). El núcleo depende de la intencionalidad causal que procede la necesidad del Ego para ser en tanto que dicha necesidad abarca el mundo que complementa la carencia. Cuando hablamos del potencial de la conciencia, nos referimos, específicamente, a la atención. Quede clara la diferencia entre núcleo y atención; el primero que utilizo para ubicar el espacio y tiempo concreto del potencial y el segundo que conecta el núcleo con el razonamiento para generar ideas. El potencial como capacidad activa, el núcleo como lugar concreto, la atención como puente revelador y la razón como entendimiento progresivo. 



Ahora bien, ya que la fuente de todo esto es un Yo absoluto, todo proceso que lleven a cabo estas cuatro funciones, serán en función del Yo, siempre obedeciendo la norma que el mundo está maculado como uno mismo. El potencial deficiente, por ende, es el potencial en el núcleo del exterior, o bien, el Yo proyectado. A pesar de existir un ser, el origen racional que determina que dicha proyección sea, provoca que el potencial de su procedencia difumine su funcionamiento consciente para dar lugar al potencial deficiente en el exterior; es decir, a nivel de conciencia, el Yo proyectado hace que el Yo real deje de existir. En efecto, dicho funcionamiento pasa a ser inconsciente por el período y la capacidad que se atribuye al nuevo potencial sujeto, en totalidad, a la atención. Como el potencial es un mundo con una zona respectiva (alcance de la conciencia), las leyes que lo determinan dependen de los elementos incorporados a ese mundo y la clasificación que la razón atribuye a estos elementos según la potestad arbitraria del Yo. Ergo, este mundo y los elementos incorporados a éste serán interpretados como uno mismo, pues, la atención no es más que la conciencia del Ser en el Mundo.




Al hablar del potencial deficiente, hablamos de necesidad consciente o el ser proyectado hacia el mundo que no somos. Dicha naturaleza aparece primero con los valores del Yo, y concretamente, el Yo definido como sí mismo. La voluntad elige lo que es y lo que desea y siempre elige y desea su propia imagen, puesto que la voluntad es hedonista y lo semejante agrada. Debemos recordar que la karmética se basa en el juicio. Pero también hay que considerar que dichos juicios son en una parte juicios de razón, y en otra parte, juicios de voluntad. Lo cual ratifica que muchas veces nuestra voluntad ancla su Ego en las cosas y, por mucho que esa proyección siga fluctuando, el código karmético de la voluntad lo establece como propio (ejemplo de juicio de voluntad: nunca elegimos de quién nos enamoramos).




Tras crearse una imagen definida del Yo, la razón archiva esa imagen y nace el concepto de identidad. La identidad es el código de la voluntad; fundamenta en ideas lo que se quiere y lo que no; lo que somos y lo que no somos. Cuando la identidad es patente, nace la voluntad de ser y querer aun si lo que se quiere siempre es algo que no somos. Alguien solitario, que según su identidad, no le gusta la soledad, buscará la compañía. Mas esta compañía debe agradar para que indemnice la soledad, con lo cual, debe ser idéntica a la identidad. Y la codependencia será el potencial deficiente total que cae en evidencia sólo al entrar en la soledad misma.




El hecho es que, aún si aquello fuera de nosotros no es lo que somos, pensamos que lo es por mera conveniencia (personajes maculados con nuestros códigos supernarcisistas), ya que uno mismo sólo es un conflicto al pensarse como otro, especialmente, un otro hadésico. Cuando la conciencia se proyecta, ese potencial es uno mismo en el otro, pues, la zona que le corresponde ya no es el “ser” sino el “parecer”, es decir, un ser que intenta reflejarse en lo ajeno y, sin darse cuenta, deja de existir. La función concreta del potencial deficiente es encontrar en el mundo y los demás lo que no somos y queremos ser. Mecánicamente, lo clasificaría como la amplificación de la conciencia por buscar información y satisfacer la voluntad. Mas, en vistas que el potencial está en el exterior, el Yo está en el exterior y, como aquello en el exterior es el otro, el Yo se encuentra condicionado por esa realidad distorsionada. 




Tomemos como ejemplo una vasija que tiene cincuenta años y que mi tía me dejó en su testamento antes de morir. La llevo a mi hogar y la coloco sobre una cómoda donde permanece diez años más. Pero un día mi primo pequeño la tira accidentalmente y se rompe en mil pedazos. Aquí existen varios temas importantes respecto al Yo absoluto. Primero, mi tía a quien, racionalmente, archivo como tal y le correspondo un cariño particular. Al proyectarse, ese cariño sirve la función de querer más, en su estado deficiente, como el Yo que se contempla a sí mismo con la expectativa de ser amado. Cuando muere, ese potencial desaparece y me deprimo. No obstante, mi dolor no es por mi tía, sino por la idea de ella. Por lo tanto, mi dolor no se debe a la muerte de mi tía, sino a la muerte de mí mismo. Al recibir la vasija aparece el valor que venía del cariño y los cincuenta años que se conservó intacta. Su valor se intensifica al saber que fue costosa y el elemento exclusivo que mi tía me dejó en su testamento. Por consiguiente, el valor que le aporto a la vasija cumple la misma función que el cariño. Ahora en mi identidad, hay una vasija. Pasan diez años, le dejo de poner atención y hasta en momentos, se me olvida que existe. Pero cuando mi primo la rompe, me siento mal y me enfado con él. No porque se haya roto la vasija, sino porque me he roto yo mismo.      
 



En todo conocimiento existe una especie de “rebote” entre el Ego y la realidad. Mediante la atención, abarcamos núcleos de interés que nos definen o nos complementan según la temporalidad que comprende cada potencial y el grado de necesidad que atribuye la voluntad; un tipo de nihilización constante que nos conduce al potencial suficiente. Como el ejemplo de la vasija, el potencial suficiente nace cuando nos percatamos del fraude del Ego Radical; lo que llamaría el Antiego. Esto es caer en evidencia, la epifanía de la inexistencia del Yo proyectado que implica reconocer que el otro existe por ser algo distinto e incluso contrario a nosotros (hadésico). El Antiego es el puente del potencial deficiente al potencial suficiente. Aunque no siempre es el caso ya que incluso el Antiego puede conducir a que la persona vuelva a proyectar su Ego hacia otro potencial deficiente con tal de negar la existencia del potencial suficiente.También cabe la posibilidad que el Antiego no se proyecte, por ejemplo, a alguien que no se identifica con lo proyectado (no me cae bien, es de otra clase social, no me gusta como viste, etc), en cuyo caso, no hablaríamos de un potencial deficiente o suficiente, ni un vínculo o puente entre ambos, sino, más bien, lo que llamaría un Antiego Perfecto. Este ejemplo es el que tiene más que ver con gente de un potencial deficiente medio o un potencial suficiente alto; a priori para el deficiente y a posteriori para el suficiente. En el primer caso, reservado a un pequeño espacio marginado y proyectándose al resto y, en el segundo, el fruto de un potencial suficiente evolucionado, pues, ya la persona no se ve reflejado en los demás y, por tanto, no se proyecta sobre ellos.




Con la muerte de mi tía, muere una parte de mí, mi personaje, etc. Sin embargo, el potencial suficiente comprende el hecho que quien verdaderamente ha muerto es ella, que la vasija era una vasija en sí misma y que mi primo no es parte de mí por haberla roto. ¿Y si, en el mismo ejemplo, hubiese sido yo el culpable de romper la vasija? Cuando la culpa recae en el Yo, aparece la negación de la identidad y, consecuentemente, la depresión, la irritabilidad, etc. El potencial suficiente es el mundo de la verdad, donde el Yo y lo ajeno se distancian uno del otro como entes individuales dentro de un panorama general; contrario al potencial deficiente que asume generalmente lo ajeno como parte del Yo individual. La mayoría de la gente está atrapada en este último, pues, el potencial suficiente es un reconocimiento que nace a partir del juicio voluntario de la persona por separar el Yo del Otro. Y la reacción más inmediata frente al potencial suficiente es negar dicha verdad y apartarla de mi zona, en este caso, proyectándome nuevamente a otro Yo deficiente. 

El fenómeno de las masas y la empatía también puede explicarse por esta vía lo cual, en lo primero, se manifiesta como proyección caótica de cada Yo en la multitud (ergo la irascibilidad de los individuos proyectados a un grupo y la carencia propiamente de razonamiento) que, desprovisto de una proyección concreta, buscan la autoridad de un líder más poderoso o, mismamente, la culminación de todos los Egos proyectados de sus miembros en una misma figura; como señaló ya Le Bon. La perspectiva organicista de McDougall igualmente da luz, no tanto al factor de organización eficiente de masas en su cuanto a su congregación, sino al factor de estaticidad que supone la proyección de los participantes respecto al tiempo, los lugares, los miembros, etc.  La cohesión de la masa vía el libido del Psicoanálisis es, en cambio, errónea, puesto que es el
Yo mismo y la identificación soberbia (como potencial deficiente) hacia la multitud, lo que mantiene los lazos afectivos. La energía sexual coartada de sus fines no explica, como lo haría el Ego Radical, a la figura del ermitaño; no acaso por ser solitario pierde su libido, a lo que, más bien, pierde la necesidad de proyectarse como potencial suficiente ante una ausencia patente de identificación.



Asimismo el tema de la empatía sería fácil de comprender según estos principios en tanto que las neuronas espejo, como su mismo nombre implica, quieren ver reflejado su Yo en el Otro. Preston y de Waal exponen que "nos proyectamos activamente dentro de otra persona" (potencial deficiente) y Decety que, en cambio, señala que buscamos "forjar conexiones con gentes cuyas vidas parecen totalmente ajenas a nosotros", a lo que agregaría, el factor del Antiego y potencial suficiente de aquellos que sí reconocemos como ajenos. El llamado "rebote", mencionado anteriormente, como dialéctica de la proyección entre el Yo verdadero y el Yo falso, da a conocer por qué la gente con empatía permanece en un estado intermedio, o bien, entra y se retira como ha explicado Aristóteles en la anagnórisis del héroe trágico y Breithaupt similarmente en la caída y la culpa como exordio de identificación y distancamiento del observador. Mismamente el hueco en la pintura de Velásquez y la escritura de Goethe para invitar al espectador dentro del relato. Es decir, me proyecto en lo bueno como potencial deficiente y me alejo en lo malo como potencial suficiente; todo, en acorde, a la inexistencia del Yo en las cosas.


El grado de proyección en el otro, igualmente, se da en diferentes porcentajes, con lo cual, puedo estar proyectado y conservarme en mí mismo a la vez, reconociendo estar en el otro sabiendo que no lo estoy realmente. El Síndrome de Estocolmo y la Teoría del Chisme de Dunbar puede, del mismo modo, reforzar la presencia del Ego Radical (incluso con su aparente contradicción) puesto, que incluso como algo malo, que representa la violencia del primero, nos proyectamos en los villanos por su inaccesibilidad al Ego (un sentido desesperado por apoderarme de aquello que no puedo ser o tener) mientras que, en el segundo caso, el tercero invisible representa el Antiego de aquello que, con mis Egos proyectados y poseídos, hace alarde ante el mero hecho de mofa. En otras palabras, nos proyectamos más en aquellos que no podemos ser o poseer (dando, por tanto, menos valor a lo que ya poseemos) y, al no poseerlo, buscamos criticarlo en su ausencia. Que también ratifica cómo las mujeres buscan la inaccesibilidad del Macho Alfa; una vez poseído y moldeado a sus deseos, lo abandonan como Macho Beta inmasculado. 


Pongamos ahora el caso de los amigos. En gran medida, la amistad es posesión de envidia o vanidad comparativa; en tanto que elijo como amigos quienes me identifican o tienen cualidades que no poseo en mi identidad. Un músico frustrado tendrá como amigo a un compositor; un borracho buscará a otros borrachos como él para llevar acabo su ebriedad; una mujer hermosa tendrá amigas feas para complementar su belleza. Consta también referir un amigo aprovechado que sólo saca del otro algo que éste produce para su identidad pero que no forma parte de la identidad por sí misma (un potencial suficiente voluntario como medio al potencial deficiente de provecho).




Si hablamos del sacrificio que define una verdadera amistad, hablaríamos de un Ego sacrificado que ante, los ojos del beneficiario, inspira compasión al propio Ego; por lo que uno se sacrifica por algo que considera parte de sí mismo y el otro se halaga del sacrificio que se ha hecho por él. Al hablar de traición,  consistiría en el potencial suficiente que brota a partir de la ilusión ensimismada que pensamos parte de nosotros y que luego cae en evidencia por su Antiego como algo ajeno por haberme agraviado. Del punto de vista del traidor, sería el potencial suficiente de alguien que me dejó de beneficiar y que excluyo de mi identidad por nihilización deficiente. Sucede lo mismo con la infidelidad. Una ninfómana se acuesta con muchos hombres puesto que no encuentra uno solo para satisfacer el ideal de su amor perfecto; por lo que la promiscuidad la habilita a unificar varios en uno. Si entramos en la monogamia, por ejemplo, una mujer fiel enamorada de un hombre que se acuesta con varias, nacen los celos como potencial suficiente de la amante y el novio que se intenta reposeer; puesto que el amor, en este esquema, es lujuria egoísta o querer ser la única que comparte su lecho. 




Además el amor es un potencial deficiente por estar proyectado hacia el exterior, pues, siempre estamos enamorados de lo ajeno como medio a distorsionar el Ego hacia un punto de inexistencia propia, correspondiendo lo que el Yo puro no es. Como Fromm diré, igualmente, que el amor es la emoción menos egoísta y, en mi filosofía, la máxima expresión de la proyección del Yo. En dicho caso, tiene, por un lado, la gratificación exponenciada del sentimiento al ser correspondido pero, por otro, tiene también el mayor potencial suficiente al no serlo. Esto podemos corroborarlo cuando las parejas empiezan noviazgos lisonjeros y acaban siempre en peleas augurando el final de la relación (puesto que el Antiego ya empieza a manifestarse al romperse los esquemas iniciales sobre la otra persona). 




Pero si hablamos del desamor, pasa algo más terrible en vistas que un corazón roto no es otra cosa que el Ego volviendo en forma de perdición. En este sentido ni siquiera existe un potencial suficiente ya que el propio Ego viene fragmentado y, en su cualidad hadésica, se vuelve inexistencia pura donde la razón y la voluntad requeridas para resucitar la identidad se hayan fuera de alcance. El Ego, por tanto, no existe. Motivo por el cual los desenamorados son los más propensos a ejecutar actos de locura hacia sí mismos o sin reparo sobre los demás. No obstante, existe una variante a esta fórmula, pues, la devolución fragmentada del Yo puede ser devuelto al objeto amado en forma de ira extrema (odio); por lo que la disputa sobre el opuesto del amor se maniefiesta por dos vías; el desamor como culpa atribuida al Yo real y el odio como devolución agresiva del Yo fragmentado.




Respecto al amor familiar, comprende el potencial deficiente entre el creador y el creado; la madre que ama al hijo que salió de su vientre y el hijo que estima la madre que lo cuida desde niño. Mismamente, cómo un padre quiere trascender sus deseos personales a través del hijo y éste que se opone a su arbitrio por no formar parte de su identidad. Es como el Complejo de Edipo/Electra de Freud/Jung que, desde la perspectiva del Ego Radical, el hijo establece a su madre como primer y único amor. No creo que el padre sea visto como un rival. Más bien el hijo se proyecta en él para amar a su madre y cualquier rivalidad aparente recaería en el Antiego o percatarse que no es su padre; lo mismo para hijas con el padre y la madre en el Complejo de Electra. La superación de los Complejos no tiene que pasar, en mi opinión, por las fases psicosexuales (oral, anal, latencia, fálica, etc) sino, más bien, penden de la fragmentación de ese amor al resto. Es decir, cuando el amor exclusivo de mi madre se reparte a mi padre, mis abuelos, mis hermanos, etc. No por una cuestión de humanismo universal del Yo, sino porque ese amor primero y único, pierde intensidad al repartirse entre varios. 




¿Qué concluimos a partir de esta naturaleza supernarcisista? Si toda la percepción está sujeta al Yo y su proyección falsa sobre la realidad, entonces el potencial suficiente es la única posibilidad para encontrar lo verdadero. La nihilización del mundo deficiente como la contrariedad misma en el mundo, nos conduce al juicio esencial del Yo como propio y el otro como ajeno; así como pensamientos propios y emociones puras; o sea, sin la idea proyectada y falsa estimación de lo sentido. Cabe centrar en lo gastado aquello que me pertenece temporalmente; puesto que la propiedad sólo existe como idea de permanencia. El potencial deficiente es una proyección de la conciencia hacia el exterior cuyo espacio temporal se recluye en lo impropio como función irracional. Para que una función ejerza como es debido, debe ubicarse en el entorno que le corresponde; in ipsa ratio o la razón en el cerebro. En acorde con el budismo, diré que el hombre sabio es aquel que se desapropia de la realidad, pero dicha renuncia se suspende del juicio y no del objeto en sí. Juzgar el mundo como ente impropio y opuesto a mi control total; simpatía por el Caos en cuanto a ser algo que no soy. De aquí que el Ego puede conocer la naturaleza del resto y armonizarse con los otros. La manera de hacerlo, es a través, de la moral.

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