lunes, 1 de octubre de 2012

ENSAYO SOBRE LA INEXISTENCIA DEL UNIVERSO I




                                  El OTRO MUNDO

El hombre es otro animal. Uno que busca abastecer su existencia viviendo e intentando perpetuarse. Al pensar en un ser humano típico (quien busca educarse y trabajar, casarse y tener hijos, ver el fútbol e ir de compras, jugar a la lotería y hacer cenas, pagar hipotecas y hace manifestaciones por la paz) me percato que, incluso como animales, los seres humanos, en este contexto, típicos, no son muy diferentes a cualquier bicho que intenta sobrevivir. La conducta del humano típico es una destinada a la supervivencia. No sólo en sentido egocéntrico, sino como proyección del mismo hacia el colectivo englobado en el concepto de humanidad. Implicando la generalidad que comprende un género totalitario de supervivencia. Una denuncia universal hacia lo nocivo, en cualidad de amenaza patente, entre la cohesión de humanos típicos y el enlace que procede el medio adaptado del colectivo. Contra la violencia, el hambre, la enfermedad, la contaminación, la escasez, la pobreza y todo cuanto pudiese perjudicar ese Sistema de ideales y costumbres. Claramente, mis ensayos no serán encaminados a estudiar el comportamiento del ser humano típico ni a explicar las motivaciones que acaecen su necesidad de crear modelos sistematizados de supervivencia. Encuentro mayor interés en describir el Otro Mundo; seres atípicos y semejantemente animales, empero, alienados de todos los Sistemas por motivo de una naturaleza que, en toda probabilidad, ni siquiera existe. El hombre producto de la nihilización del cero infinito. La especie de la inexistencia.

¿Qué es el Otro Mundo? ¿Cuáles son las especies humanas que lo conciben? No es tan simple como llamarlo el mundo antisocial, criminal, intelectual, loco o marginado. La razón de la especie otramundana no es otra que la inexistencia de las cualidades inherentes a las especies mundanas. La voluntad del mundo corriente, y en concreto, la voluntad de todas las especies circunscritas a él, como aglomeración de humanos típicos y creencias semejantes,  procede la voluntad inexistente en individuos incapaces de asumir el Mundo y que, por tanto, desembocan en uno que no es. El Otro Mundo. Lugar donde se “crea” o “ficciona” la voluntad del Mundo en otra voluntad que la carece cuya verosimilitud en instinto del portador intenta suplir el instinto real como bestia partidaria del Mundo, presuntamente, correcto. Para simplificar los términos, me referiré a la especie mundana como un mortal y a la especie otramundana como un fantasma. Y dado que los fantasmas son mi objeto de estudio, hablaré de los mortales en un contexto meramente comparativo.

El fantasma imita al mortal. A la misma vez, desprecia sus hábitos y no quiere ser asociado con los mismos. Esta paradoja se resuelve en el sentido que ningún fantasma busca imitar a un mortal propiamente. Más bien busca satisfacer las necesidades afines a los mortales con sustitutos artificiales. A partir de aquí, me adentro en un terreno complejo que puede derivar en diversas facetas para sustituir una misma necesidad. Por ejemplo, el sexo, y el instinto sexual o libido concretamente, propio de tanto mortales como fantasmas, es, en el caso de los primeros, la necesidad de sexo y el acto de satisfacerlo. El segundo, que igualmente se rige por la misma ley animal, sufre, empero, el paradigma emergente de la incapacidad para adaptarse al Sistema. Una que, con la depredación del instinto sexual, tiene igualmente el sustituto en Otro Mundo concebido en imitaciones orgásmicas de drogas, alcohol y sustancias similares.

Consideremos el siguiente paso: procrear. El fantasma no desea reproducirse. Encuentra la existencia tan banal y cruel, que no desea traer un niño a este mundo ni desea la responsabilidad que implicaría tener uno. Busca inmortalidad en sus obras y, en especial, las obras artísticas o vitales que ostenta. Puesto que cuando hablamos de un fantasma que es, en sentido figurado, una entidad sin entidad y, según su perspectiva, algo inexistente en el ámbito de su propia existencia material, su voluntad de vida no es mortal. El fantasma ha muerto ya. Por lo que su existencia real y el sentido que implica vivirla es fatua en cualidad de una vida real que, por tanto, busca morir materialmente. En este contexto, visualiza su inmortalidad en actos que perpetúan su existencia finita en la inexistencia infinita. Una especie de posesión que transfiere su ser a un ente perpetuo e inanimado que esculpe con su virtud.

Junto a esto, también hay que agregar que los hijos de un fantasma tampoco son necesariamente una réplica de los mismos. Siendo la evolución un fenómeno igual de caótico que el universo. Una variable algebraica del ser y el mundo que a menudo traspasa los atributos en proporciones incongruentes de progenitor a descendiente. Por lo que un genio puede tener hijos discapacitados, un enfermo puede tener hijos saludables y, según su propia clasificación, un fantasma puede tener hijos mortales. En consecuencia, los fantasmas buscan inmortalizarse en Otro Mundo. Uno que no es real y cuya fabricación se estriba en conceptos semiológicos volcados a la verosimilitud de actos trascendentes en contraste a la realidad material y verdadera que no aporta sentido alguno.

Con esto en mente, el fantasma es un ser espiritual cuya existencia corpórea y mundana carece de sentido, pues, en lo que respecta su voluntad de vida, no está sincronizada al entorno real ni comparte las sensaciones que le permiten disfrutar del colectivo mortal empírico. La causa subyacente de su inadaptación procede del carácter anacrónico de su deseo. Un mundo, un amor, un hogar y todo un entorno voluptuoso que no existe a lo largo de su existencia. Esta es una característica aplicable a todo el género humano. En el caso de los mortales, se manifiesta, especialmente, en la religión. Y en menor grado, la política. Un mundo artificial o apolíneo que se crea para dar sentido y decorar el período terrenal con ideas de paz, trascendencia y felicidad. Mas lo que distingue al fantasma de esta clasificación es su neutralidad e indiferencia ante los imaginarios sociales de su época y su necesidad, como especie que inhibe dicho imaginario, para crear Otro Mundo. Mientras que el mortal encuentra trascendencia del ser en el eterno existente, el fantasma busca otro ser inexistente eternamente.

El Otro Mundo es un sitio caótico, anómalo e individual. Los fantasmas generan ideas subjetivas que enlazan sitios y el medio expresivo que lo motiva. Su cualidad caótica se debe a la inconstancia que contiene el medio de expresión que, incluso siendo inmutable en oficio, vacía la creación u objeto que el sitio busca patentar como sentido del sujeto. Un arquitecto será siempre un arquitecto. Pero el sentido de su trabajo es más completo si erige edificios distintos a que siempre construya el mismo. Por lo que el Otro Mundo no es eterno y, más bien, fundamenta su sentido en el devenir constante de su obra. Como entorno anómalo, incluye todos los elementos que satisfacen al hombre mortal y la sustitución de lo mismos por elementos incongruentes al instinto real. El fantasma encuentra dificultad en satisfacer sus deseos reales y busca saciarse en la aberración artificial de una irrealidad sustitutiva. Aquella que, aún en su cualidad material, no corresponde a la llamada auténtica del instinto animal en sí. Mientras que los ejemplos pueden variar (drogas y alcohol para simular emociones no vividas, pérdida de apetito por trabajo excesivo, internet sobre contacto social, etc), un elemento común a todos es la despreocupación escasa o nula por la existencia.

Para los existencialistas, la mayor preocupación era la conciencia de nuestra propia terminación. Mas ahora tendría que discrepar cuando la inexistencia es inherente al sujeto y, por tanto, constituida por éste como la afinidad de vida y muerte en un mismo concepto. El Inexistencialismo. La voluntad apocalíptica del fantasma que emana un estilo de vida en Otro Mundo y cuya ficción es, igualmente, inmortal. La existencia real y material le resulta obsoleta al tener consolidada la inmortalidad de una inexistencia alterna. En mi esquema potencialista, consiste de un estado de constante perdición en la medida que el fantasma evoluciona su verdad propia o dionisíaca a un nivel superior a la verdad del resto que, por dialéctica, entra en conflicto con la verdad contraria o hadésica reiteradamente. El producto es un individuo a quien una neutralidad, trascendente a los convencionalismos, ubica su potencial racional y volitivo en un plano de insatisfacción, desilusión y tedio. La creación de Otro Mundo resulta, en este sentido, indispensable para ese individuo y el mundo apolíneo que, sin velo o sentido, perjudica su propia permanencia. Menos física y más espiritual. Un Mundo de las Ideas invertido u Otro Mundo donde el fantasma guarda sus atributos inmortales o vivencias trascendentes para permanecer en un lugar real donde ya ha dejado de existir.

¿Quién es un fantasma según los estereotipos conocidos? Ciertamente, y basándome en los razonamientos expuestos, se le podría llamar un antihumano u especie inexistente que, obligado por el Sistema a crear, no tiene otra alternativa que inmortalizarse en un imaginario subjetivo. Por otra parte, hablamos de un ser humano. Otro animal. Sufriendo las mismas ataduras mundanas de otros humanos y animales que lo categorizan como “fantasma”. Es, por consiguiente, el eslabón perdido; un genio, un artista, un psicópata y, para ser más precisos, un inadaptado. Éste último lo aplico a la época actual. La Revolución Francesa y Marxista, las Guerras Mundiales y sus posteriores tratados han constituido un Sistema de derechos fundamentales para todos los hombres. Pero el fantasma encuentra un vacío existencial por un Sistema que todavía no existe. No tiene enemigo claro contra el qué luchar ni un movimiento claro al que pueda adherirse. Su lucha y su movimiento es él mismo. Las guerras están en su interior y el Otro Mundo, el lugar inexistente que borra esa existencia tediosa con arte, es su única esperanza de paz. Ya no crea para ayudar a los necesitados. Más bien crea para saciar sus necesidades naturales con alimentos artificiales. La disipación del fantasma y las enfermedades personales que lo acometen no son más que un síntoma de la historia. Ese abismo que deja la democracia con la igualdad falsa y que, asimismo, genera un mayor número de fantasmas. El vacío que desprende la necesidad real de una nueva aristocracia.     

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