viernes, 19 de octubre de 2012

ENSAYO SOBRE LA INEXISTENCIA DEL UNIVERSO 3





LA QUINTA DIMENSIÓN

La realidad tal y como la concebimos, así como la existencia que implica mudarse en su entorno para transformarla, consta de varias facetas que difícilmente podrían considerarse reales. Puesto que hablamos de un perspectivismo atado a una abstracción constante de la cosa en sí. Existen cuatro dimensiones conocidas por la física que determinan la verdad según una profundidad de perspectivas la cual, carente de virtud, define la misma como una evolución del detalle que compone su estructura formal. Por encima de estas cuatro dimensiones, existe otra que analiza y conoce la evolución de la estructura desde su propia perspectiva: la conciencia. Y a partir de la llamada quinta dimensión hay, igualmente, un campo infinito de perspectivas que se constituyen sobre el eje de las primeras cuatro y, por consiguiente, buscan escaparse de la verdad para dar lugar al sentido.

La Primera Dimensión. O la dimensión esencial, es la concepción eidética de la realidad. La idea platónica, como fundamento y origen de las ideas existentes, plantea la existencia de las cosas como imágenes a priori de lo que constituye una realidad. Puesto que las ideas como imágenes parten de la experiencia, la primera dimensión, en cualidad a priori, se reservaría a las ideas lógicas, físicas, químicas y matemáticas; su contraparte, a posteriori, serían todos los objetos que se imprimen en la conciencia y que, semejantemente, concebimos como ideas (en imágenes) de la realidad ya constituida. Al centro de los extremos racionalistas y empiristas, lo defino sencillamente como todos los rasgos formales que constituyen la realidad. Por un lado, como partes íntegras de un Todo y, por otro, como formas susceptibles a grabar su contenido en otras dimensiones. La primera dimensión es la verdad más esencial que, partiendo de una esencia universal del caos carece, empero, de un sentido filosófico. Algo que no debe confundirse con el sentido científico de su lógica formal. Es decir, nos explica el por qué de la realidad en sentido mecánico pero no en sentido metafísico.

La Segunda Dimensión. O la dimensión plana, es la representación constituida en las ideas de la realidad. No se trata de la realidad o la experiencia misma sino, y reiterando el punto anterior, de la existencia que se imprime en la conciencia a posteriori. Dicho de otra manera, es la imagen tras el contacto empírico con la entidad. Debo aclarar que esto es una representación de la realidad y no una realidad en sí misma, pues, consiste de un retrato o ilustración que integra las imágenes asociativas de la mente en fotocopias referentes de la experiencia. Como un mecanismo natural del ser para organizarse lógicamente en su entorno e interactuar con el mundo que lo rodea; adaptándose, anticipándose y guiándose por la verdad constituida en impresiones a la vez que adquiere nuevas imágenes experimentadas. La segunda dimensión, en lo que la conciencia respecta, corresponde a todas las especies vivientes que se limitan a sobrevivir en la realidad que se les presenta mediante las vivencias (impresas) y la causa y efecto (humeano) que plantean los estímulos del entorno. Se le puede considerar la dimensión del aprendizaje y su nivel de sentido es mayor ya que deviene en un producto de la realidad más pura.

La Tercera Dimensión. Esa realidad pura que reúne todos los elementos materiales dotados para imprimir o ser impresos por otros elementos. También corresponde al entorno físico donde los elementos se distribuyen e interactúan los unos con los otros. La tercera dimensión posee mayor profundidad y se aparta de la esencia para formar la entidad que representa. Consiste, pues, de la existencia material y palpable donde todas las experiencias toman lugar y a partir de la cual se apoyan las dos primeras y dos últimas dimensiones. Por ejemplo, si hablamos de una roca, la primera dimensión se identifica por las propiedades químicas y físicas que la constituyen, la segunda dimensión como idea de la roca y la tercera dimensión en la roca misma; tanto por su composición subatómica como por la ideación que se tiene en la conciencia de ella. La tercera dimensión también incluye todo el potencial y zona circunscrita de una función que, como organismo, cosa y entorno, determina la creación de otras dimensiones superiores que trataré en los siguientes párrafos. La verdad es, por tanto, más auténtica que en cualquiera de las otras dimensiones mas no goza de un sentido metafísico por tratarse de una entidad limitada a la materia y su orden casual. Cosa que, en cambio, inspira el sentido de dimensiones mayores y define una verdad más esencial en dimensiones menores.

La Cuarta Dimensión. Es aquella que determina el mundo imaginario a partir de la tercera dimensión, semejantemente, material y corpórea, y la transformación que el sujeto puede ejercer sobre ella. Se distingue de la segunda dimensión por no tratarse de impresiones o fotocopias exactas de la realidad. Más bien consiste de una construcción elaborada y creativa de aquello que la materia inspira sin serlo como un potencial del sujeto a la curvatura espacio-tiempo sin estarlo. La inducción y la deducción, la resolución de problemas, la imaginación y la realidad y, primordialmente, todos los pensamientos que se elaboran a partir de hechos reales, como también, la anticipación de los sucesos que formarán o no (en caso imaginario) el mundo real y existente. Asimismo implica cualquier conexión espacio-temporal entre potenciales dispersados anacrónicamente. Sería el ejemplo de ver una casa construida en un lugar donde no la hay o recordar el terreno desierto cuando ya está construida. La cuarto dimensión se puede considerar un lapso en la curvatura espacio-tiempo como construcciones racionales que se edifican en la realidad sobre la base de meros conceptos de entendimiento o como diagramas de futuras realidades.

La Quinta Dimensión. Dentro de todo, hay que agregar una última dimensión que engloba o sintetiza todas las anteriores en la conciencia propiamente. Para llegar a comprender el potencial de la conciencia como quinta dimensión, podemos considerarla como una evolución poligonal. La primera dimensión es la línea, la segunda es el círculo, la tercera es la esfera, la cuarta el plano donde rueda o podría rodar y la quinta es el prisma. Esta quinta dimensión es la base de todas las percepciones desde la cualidad más minúscula a la más compleja. Por ello la analogía del prisma; que refracta todos los colores de la luz blanca para mantenerse pura y discrepar su entorno. Es, sencillamente, la conciencia subjetiva tal cual; aquella que percibe la realidad en todas sus dimensiones subyacentes y supremas. Pero, sobre todo, la quinta dimensión es el estado de la conciencia presente y el potencial de percepción en un estado particular que se ejerce, en concreto, por la acción correspondiente que la vincula. Una llave multidimensional sujeta al devenir constante de la actividad.

Para comprender mejor este punto, debemos clasificar la quinta dimensión por su infiltración material o su infiltración intelectual. En el primer caso, consideremos un día de limpieza doméstica normal. Se barre el salón y el pasillo, se limpian los cristales de la ventana, se friegan los suelos, etc. Antes de llevarse acabo, hay una pereza general por realizar todas estas labores. Mas, al poco tiempo de comenzar, uno se adentra en la acción funcional de la limpieza y deja de presentar un problema. Incluso, al final del todo, la voluntad está más pendiente de la suciedad; viéndola y quitándola de áreas que no se veían o que ni siquiera importaban. En todo este proceso, semejantemente banal y sin importancia, data la evidencia de la quinta dimensión vía la infiltración material, o igualmente, el cuerpo físico que, condicionado por las circunstancias funcionales de la acción realizada, percibe la realidad de una manera distinta.

En el segundo caso, consideremos un hombre casado que se entera, por una tercera parte, que su mujer se está acostando con su mejor amigo. Aunque no haya una confirmación real que su mujer le sea infiel o que su amigo lo haya traicionado, el hombre entra en un trance de celos, rabia y dolor. La mera mención de su mujer o su amigo reinician el sentimiento de pérdida como la idea imaginada originalmente que, del mismo modo, está en potencia de engendrar nuevas imágenes cada vez más independientes de la realidad. Por lo que tenemos una idea de procedencia afín a una realidad distorsionada, en toda probabilidad, errónea o falsa, que puede erradicar un mundo independiente de la existencia propiamente. El condicionamiento a una situación constituida por ideas o por simulaciones de la realidad no experimentadas (en carne) y cuya fabricación repercute en la sensaciones de dicha construcción imaginaria, comprende la infiltración intelectual a la quinta dimensión.

En ambos casos, hablamos de la razón auténtica o conciencia reducida a la neutralidad que, no obstante, accede a otra perspectiva de la existencia mediante la acción particular que se ejerce (sea pasada o ya vivida). Cabe mencionar que, a diferencia de la cuarta dimensión que crea nuevas perspectivas de la realidad, la quinta dimensión, tanto de infiltración material como intelectual, implica la introducción del ser en otro potencial, en ocasiones, apartado de su esencia pura; cosa que discrepa con la mera idea de otra dimensión donde el ser permanece en esencia y genera una perspectiva potencial. En la quinta dimensión, el ser se transforma o se moldea hacia la idea o el ente que conlleva la acción realizada. De aquí podemos clasificar la quinta dimensión como una conciencia neutra en potencia de positivarse o negativizarse hacia otro estado del ser.

¿Por qué considerar la quinta dimensión como algo vinculado a la temática de la inexistencia? Podría nombrar varias razones. Primeramente, la perspectiva de una realidad y la concepción de la verdad mediante una conciencia particular que sugieren un color refractado en el prisma del razonamiento. Con lo cual se desvirtúa la cosa en sí para acceder a una dimensión (semejantemente individual) de la verdad que conduce a su autenticidad como acción para el potencial concreto del individuo que la percibe. Es decir la realidad no se determina ya por su entidad y esencia verdadera, sino por la clasificación que da el individuo sobre dichas entidades y conmutando las esencias por meros símbolos cuya dialéctica de la misma repercute ya en su ser con mayor ímpetu que la existencia misma. En otras palabras, la clasificación que proporciona al mundo va en acorde a su ego radical de supervivencia y se sustenta en una Dimensión Distorsionada de la existencia. Por lo que el Universo, tal y como lo conocemos como mundo general que engloba todo, ni siquiera existe. Y con esto voy más allá que la versión Berkliana positivista del llamado Nuevo Realismo con decir que ni siquiera existe esa realidad. Lo mismo va para la virtud y la sabiduría.  No es lo mismo que un relojero elabore un reloj a que lo haga un abogado. Ya que, incluso si la dimensión que emana su fabricación sea la misma, la quinta dimensión del relojero es más pura que la del abogado; simplemente porque el primero comprende mejor el trabajo que el segundo. La condición neutra de la conciencia o razón auténtica también procede un estado de constante inestabilidad y cambio que, privado de los hechos para patentar las vivencias, deriva en un estado efímero y caótico del espectro positivo-negativo y su inexorable nihilización en el cero infinito. Y en esto enfatizo la carencia de hechos y la acción disociativa, en cuanto una quinta dimensión independiente de la existencia, en vistas que la infiltración material es prácticamente nula y la percepción reduccionista de la cosa en sí se concibe como una perspectiva individual apartada de la misma. Una percepción que, por ende, se desvincula del mundo material y verdadero para conmutarlo por uno imaginario o ficticio de Otro Mundo. La quinta dimensión constituida por símbolos, ideas, el pensamiento lógico y la creatividad. Cuya necesidad de un sentido total provoca la alienación del mundo caótico y en los cuales la veracidad científica que se le atribuya (por la matemática, la química, la física, etc.), no aporta la saciedad complementaria al significado en cuestión. Trata, entonces, de una transformación de la realidad material para compensar las carencias del caos volcado hacia la inexistencia en el ansia del arte y la necesidad de la misma como expresión o efecto secundario de la ineficacia científica. Esto no es otra cosa que la ausencia del sentido.

Dentro de todo, habría que preguntar, ¿hay una dimensión material o intelectual de la sabiduría? ¿Existe una acción o pensamiento para acceder a ella mediante la infiltración? Mientras que hay muchos actos e ideas que despiertan la actividad racional (la lectura, la música clásica, la filosofía, etc.), la sabiduría es un concepto demasiado complejo para circunscribirse a un acto o pensamiento singular. Primero deberíamos preguntarnos, ¿qué es la sabiduría? De acaecer en un hecho singular de carácter infiltrado lo asociaría, más bien, con la inspiración. El hambre de crear. La erudición y el entendimiento son cualidades del hombre culto. No del hombre sabio. Lo mismo sucede con “saber mucho” o “tener varias vivencias” en cuanto el potencial de totalidad de un individuo, o bien, el estereotipo del resabido que sabe más por viejo que por diablo.También nos remite a preguntar por el instinto animal y el entorno donde se desenvuelve. ¿Se trata de una metodología de supervivencia? ¿Consiste de un individuo que viaja mucho o un ermitaño de las montañas? Lo irónico es que la sabiduría es lo más difícil de conocer. Por un lado, está presente en todas partes. Y por otro, no es Nada. Y no la Nada sartriana en la concepción de un objeto inexistente que se pensaba existente sino, concretamente, la Nada como un mundo material en caos y una dialéctica ilimitada de aspectos positivos y negativos vinculados a la perspectiva individual. Puesto que hablamos de infinitas dimensiones dentro de la quinta dimensión, en el mayor de los casos imperceptibles y, por tanto, inexistentes. Y entre cada dimensión, un cero que neutraliza esos polos para luego reanudarse un nuevo orden en tanto que el nuevo cero, respectivamente, es el mismo en sentido matemático y distinto en sentido ontológico. Categorizando esta Nada en estados evolutivos de neutralidad y que, paradójicamente, contienen mayor sentido como cero infinito in crescendo vía la razón auténtica que la asimila, igualmente, como conocimiento organizado y, consecuentemente, neutral. Por lo que el conocimiento, en cuanto inexistencia, es la Nada como dimesión desconocida de aquello que no sabemos que existe y al conocerse y, por ende,  existir, se acaba consuiendo nuevamente como cero inexistente. En lo que la sabiduría respecta, la clasificaría como la suma o evolución de ceros, o similarmente, el último en proporción al potencial de totalidad, de vida a muerte, en un sujeto existente y diacrónico hasta la inexistencia sincrónica del mismo que patenta en hazañas significativas. Una posible sexta dimensión donde el prisma pasa a ser una bombilla encendida que ilumina a todas las percepciones. 

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