LA QUINTA
DIMENSIÓN
La realidad tal y
como la concebimos, así como la existencia que implica mudarse en su entorno
para transformarla, consta de varias facetas que difícilmente podrían
considerarse reales. Puesto que hablamos de un perspectivismo atado a una
abstracción constante de la cosa en sí. Existen cuatro dimensiones conocidas
por la física que determinan la verdad según una profundidad de perspectivas la
cual, carente de virtud, define la misma como una evolución del detalle que
compone su estructura formal. Por encima de estas cuatro dimensiones, existe
otra que analiza y conoce la evolución de la estructura desde su propia perspectiva: la conciencia. Y a
partir de la llamada quinta dimensión hay, igualmente, un campo infinito de
perspectivas que se constituyen sobre el eje de las primeras cuatro y, por consiguiente, buscan escaparse de la verdad para dar lugar al
sentido.
La Primera
Dimensión. O la dimensión esencial, es la concepción eidética de la realidad.
La idea platónica, como fundamento y origen de las ideas existentes,
plantea la existencia de las cosas como imágenes a priori de lo que constituye
una realidad. Puesto que las ideas como imágenes parten de la experiencia, la
primera dimensión, en cualidad a priori, se reservaría a las ideas lógicas,
físicas, químicas y matemáticas; su contraparte, a posteriori, serían todos los
objetos que se imprimen en la conciencia y que, semejantemente, concebimos como
ideas (en imágenes) de la realidad ya constituida. Al centro de los extremos
racionalistas y empiristas, lo defino
sencillamente como todos los rasgos formales que constituyen la realidad. Por
un lado, como partes íntegras de un Todo y, por otro, como formas susceptibles
a grabar su contenido en otras dimensiones. La primera dimensión es la verdad
más esencial que, partiendo de una esencia universal del caos carece, empero, de un sentido filosófico. Algo que no debe confundirse con el sentido científico
de su lógica formal. Es decir, nos explica el por qué de la realidad en sentido
mecánico pero no en sentido metafísico.
La Segunda
Dimensión. O la dimensión plana, es la representación constituida en las ideas
de la realidad. No se trata de la realidad o la experiencia misma sino, y
reiterando el punto anterior, de la existencia que se imprime en la conciencia a posteriori. Dicho de otra manera, es la imagen tras el contacto empírico
con la entidad. Debo aclarar que esto es una representación de la realidad y no
una realidad en sí misma, pues, consiste de un retrato o ilustración que
integra las imágenes asociativas de la mente en fotocopias referentes de la experiencia. Como un mecanismo natural del ser para organizarse lógicamente
en su entorno e interactuar con el mundo que lo rodea; adaptándose,
anticipándose y guiándose por la verdad constituida en impresiones a la vez que
adquiere nuevas imágenes experimentadas. La segunda dimensión, en lo que la
conciencia respecta, corresponde a todas las especies vivientes que se limitan
a sobrevivir en la realidad que se les presenta mediante las vivencias
(impresas) y la causa y efecto (humeano) que plantean los estímulos del
entorno. Se le puede considerar la dimensión del aprendizaje y su nivel de
sentido es mayor ya que deviene en un producto de la realidad más pura.
La Tercera
Dimensión. Esa realidad pura que reúne todos los elementos materiales dotados para imprimir o ser impresos por otros elementos. También corresponde
al entorno físico donde los elementos se distribuyen e interactúan los unos con
los otros. La tercera dimensión posee mayor profundidad y se aparta de la
esencia para formar la entidad que representa. Consiste, pues, de la existencia
material y palpable donde todas las experiencias toman lugar y a partir de la
cual se apoyan las dos primeras y dos últimas dimensiones. Por ejemplo, si
hablamos de una roca, la primera dimensión se identifica por las propiedades químicas y
físicas que la constituyen, la segunda dimensión como idea de la roca y la
tercera dimensión en la roca misma; tanto por su composición subatómica como
por la ideación que se tiene en la conciencia de ella. La tercera dimensión
también incluye todo el potencial y zona circunscrita de una función que, como
organismo, cosa y entorno, determina la creación de otras dimensiones
superiores que trataré en los siguientes párrafos. La verdad es, por tanto,
más auténtica que en cualquiera de las otras dimensiones mas no
goza de un sentido metafísico por tratarse de una entidad limitada a la materia
y su orden casual. Cosa que, en cambio, inspira el sentido de dimensiones
mayores y define una verdad más esencial en dimensiones menores.
La Cuarta Dimensión.
Es aquella que determina el mundo imaginario a partir de la tercera dimensión,
semejantemente, material y corpórea, y la transformación que el sujeto puede
ejercer sobre ella. Se distingue de la segunda dimensión por no tratarse de impresiones
o fotocopias exactas de la realidad. Más bien consiste de una construcción
elaborada y creativa de aquello que la materia inspira sin serlo como un potencial
del sujeto a la curvatura espacio-tiempo sin estarlo. La inducción y la deducción, la resolución de
problemas, la imaginación y la realidad y, primordialmente, todos los
pensamientos que se elaboran a partir de hechos reales, como también, la
anticipación de los sucesos que formarán o no (en caso imaginario) el mundo
real y existente. Asimismo implica
cualquier conexión espacio-temporal entre potenciales dispersados
anacrónicamente. Sería el ejemplo de ver una casa construida en un lugar donde
no la hay o recordar el terreno desierto cuando ya está construida. La cuarto
dimensión se puede considerar un lapso en la curvatura espacio-tiempo como
construcciones racionales que se edifican en la realidad sobre la base de meros
conceptos de entendimiento o como diagramas de futuras realidades.
La Quinta
Dimensión. Dentro de todo, hay que agregar una última dimensión que engloba o
sintetiza todas las anteriores en la conciencia propiamente. Para llegar a
comprender el potencial de la conciencia como quinta dimensión, podemos
considerarla como una evolución poligonal. La primera dimensión es la línea, la
segunda es el círculo, la tercera es la esfera, la cuarta el plano donde rueda
o podría rodar y la quinta es el prisma. Esta quinta dimensión es la base de
todas las percepciones desde la cualidad más minúscula a la más
compleja. Por ello la analogía del prisma; que refracta todos los colores de la
luz blanca para mantenerse pura y
discrepar su entorno. Es, sencillamente, la conciencia subjetiva tal cual;
aquella que percibe la realidad en todas sus dimensiones subyacentes y supremas.
Pero, sobre todo, la quinta dimensión es el estado de la conciencia presente y
el potencial de percepción en un estado particular que se ejerce, en concreto,
por la acción correspondiente que la vincula. Una llave multidimensional sujeta al devenir constante de la actividad.
Para comprender
mejor este punto, debemos clasificar la quinta dimensión por su infiltración
material o su infiltración intelectual. En el primer caso, consideremos un día
de limpieza doméstica normal. Se barre el salón y el pasillo, se limpian los
cristales de la ventana, se friegan los suelos, etc. Antes de llevarse acabo,
hay una pereza general por realizar todas estas labores. Mas, al poco tiempo de
comenzar, uno se adentra en la acción funcional de la limpieza y deja de presentar
un problema. Incluso, al final del todo, la voluntad está más pendiente de la
suciedad; viéndola y quitándola de áreas que no se veían o que ni siquiera
importaban. En todo este proceso, semejantemente banal y sin importancia, data
la evidencia de la quinta dimensión vía la infiltración material, o igualmente,
el cuerpo físico que, condicionado por las circunstancias funcionales de la
acción realizada, percibe la realidad de una manera distinta.
En el segundo
caso, consideremos un hombre casado que se entera, por una tercera parte, que
su mujer se está acostando con su mejor amigo. Aunque no haya una confirmación
real que su mujer le sea infiel o que su amigo lo haya traicionado, el hombre
entra en un trance de celos, rabia y dolor. La mera mención de su mujer o su amigo reinician el sentimiento de
pérdida como la idea imaginada originalmente que, del mismo modo, está en
potencia de engendrar nuevas imágenes cada vez más independientes de la
realidad. Por lo que tenemos una idea de procedencia afín a una realidad
distorsionada, en toda probabilidad, errónea o falsa, que puede erradicar un
mundo independiente de la existencia propiamente. El
condicionamiento a una situación constituida por ideas o por simulaciones de la
realidad no experimentadas (en carne) y cuya fabricación repercute en la sensaciones
de dicha construcción imaginaria, comprende la infiltración intelectual a la
quinta dimensión.
En ambos casos, hablamos de la razón auténtica o conciencia reducida a la neutralidad que, no obstante, accede a otra perspectiva de la existencia mediante la acción particular que se ejerce (sea pasada o ya vivida). Cabe mencionar que, a diferencia de la cuarta dimensión que crea nuevas perspectivas de la realidad, la quinta dimensión, tanto de infiltración material como intelectual, implica la introducción del ser en otro potencial, en ocasiones, apartado de su esencia pura; cosa que discrepa con la mera idea de otra dimensión donde el ser permanece en esencia y genera una perspectiva potencial. En la quinta dimensión, el ser se transforma o se moldea hacia la idea o el ente que conlleva la acción realizada. De aquí podemos clasificar la quinta dimensión como una conciencia neutra en potencia de positivarse o negativizarse hacia otro estado del ser.
En ambos casos, hablamos de la razón auténtica o conciencia reducida a la neutralidad que, no obstante, accede a otra perspectiva de la existencia mediante la acción particular que se ejerce (sea pasada o ya vivida). Cabe mencionar que, a diferencia de la cuarta dimensión que crea nuevas perspectivas de la realidad, la quinta dimensión, tanto de infiltración material como intelectual, implica la introducción del ser en otro potencial, en ocasiones, apartado de su esencia pura; cosa que discrepa con la mera idea de otra dimensión donde el ser permanece en esencia y genera una perspectiva potencial. En la quinta dimensión, el ser se transforma o se moldea hacia la idea o el ente que conlleva la acción realizada. De aquí podemos clasificar la quinta dimensión como una conciencia neutra en potencia de positivarse o negativizarse hacia otro estado del ser.
¿Por qué
considerar la quinta dimensión como algo vinculado a la temática de la
inexistencia? Podría nombrar varias razones. Primeramente, la perspectiva de
una realidad y la concepción de la verdad mediante una conciencia particular que sugieren un color refractado en el prisma del razonamiento. Con lo
cual se desvirtúa la cosa en sí para acceder a una dimensión (semejantemente
individual) de la verdad que conduce a su autenticidad como acción para el
potencial concreto del individuo que la percibe. Es decir la realidad no se determina ya por su entidad y esencia verdadera, sino por la clasificación que da el individuo sobre dichas entidades y conmutando las esencias por meros símbolos cuya dialéctica de la misma repercute ya en su ser con mayor ímpetu que la existencia misma. En otras palabras, la clasificación que proporciona al mundo va en acorde a su ego radical de supervivencia y se sustenta en una Dimensión Distorsionada de la existencia. Por lo que el Universo, tal y como lo conocemos como mundo general que engloba todo, ni siquiera existe. Y con esto voy más allá que la versión Berkliana positivista del llamado Nuevo Realismo con decir que ni siquiera existe esa realidad. Lo mismo va para la virtud y la sabiduría. No es lo mismo que un relojero elabore un reloj
a que lo haga un abogado. Ya que, incluso si la dimensión que emana su
fabricación sea la misma, la quinta dimensión del relojero es más pura que la del
abogado; simplemente porque el primero comprende mejor el trabajo que el
segundo. La condición neutra de la conciencia o razón auténtica también procede
un estado de constante inestabilidad y cambio que, privado de los hechos para patentar las vivencias, deriva en un estado efímero y caótico del espectro
positivo-negativo y su inexorable nihilización en el cero infinito. Y en esto
enfatizo la carencia de hechos y la acción disociativa, en cuanto una quinta
dimensión independiente de la existencia, en vistas que la infiltración material es prácticamente
nula y la percepción reduccionista de la cosa en sí se concibe como una
perspectiva individual apartada de la misma. Una percepción que, por ende, se desvincula
del mundo material y verdadero para conmutarlo por uno imaginario o ficticio de
Otro Mundo. La quinta dimensión constituida por símbolos, ideas, el pensamiento
lógico y la creatividad. Cuya necesidad de un sentido total provoca la alienación
del mundo caótico y en los cuales la veracidad científica que se le atribuya (por la
matemática, la química, la física, etc.), no aporta la saciedad complementaria
al significado en cuestión. Trata, entonces, de una transformación de la
realidad material para compensar las carencias del caos volcado hacia la
inexistencia en el ansia del arte y la necesidad de la misma como expresión o
efecto secundario de la ineficacia científica. Esto no es otra cosa que la ausencia del
sentido.
Dentro de todo,
habría que preguntar, ¿hay una dimensión material o intelectual de la
sabiduría? ¿Existe una acción o pensamiento para acceder a ella mediante la
infiltración? Mientras que hay muchos actos e ideas que despiertan la actividad
racional (la lectura, la música clásica, la filosofía, etc.), la sabiduría es
un concepto demasiado complejo para circunscribirse a un acto o pensamiento
singular. Primero deberíamos preguntarnos, ¿qué es la sabiduría? De acaecer en
un hecho singular de carácter infiltrado lo asociaría, más bien, con la inspiración. El hambre de
crear. La erudición y el entendimiento son cualidades del hombre culto. No del
hombre sabio. Lo mismo sucede con “saber mucho” o “tener varias vivencias” en
cuanto el potencial de totalidad de un individuo, o bien, el estereotipo del resabido que sabe más por viejo que por diablo.También nos remite a preguntar por el instinto animal y el
entorno donde se desenvuelve. ¿Se trata de una metodología de supervivencia?
¿Consiste de un individuo que viaja mucho o un ermitaño de las montañas? Lo
irónico es que la sabiduría es lo más difícil de conocer. Por un lado, está
presente en todas partes. Y por otro, no es Nada. Y no la Nada sartriana en la
concepción de un objeto inexistente que se pensaba existente sino, concretamente, la Nada como un mundo
material en caos y una dialéctica ilimitada de aspectos positivos y negativos
vinculados a la perspectiva individual. Puesto que hablamos de infinitas dimensiones dentro de la quinta dimensión, en el mayor de los casos imperceptibles y, por tanto, inexistentes. Y entre cada dimensión, un cero que
neutraliza esos polos para luego reanudarse un nuevo orden en tanto que el nuevo
cero, respectivamente, es el mismo en
sentido matemático y distinto en sentido ontológico. Categorizando esta Nada en estados
evolutivos de neutralidad y que, paradójicamente, contienen mayor sentido como
cero infinito in crescendo vía la razón auténtica que la asimila, igualmente,
como conocimiento organizado y, consecuentemente, neutral. Por lo que el conocimiento, en cuanto inexistencia, es la Nada como dimesión desconocida de aquello que no sabemos que existe y al conocerse y, por ende, existir, se acaba consuiendo nuevamente como cero inexistente. En lo que la sabiduría respecta, la clasificaría como la suma o evolución de ceros, o similarmente, el último en proporción al
potencial de totalidad, de vida a muerte, en un sujeto existente y diacrónico
hasta la inexistencia sincrónica del mismo que patenta en hazañas
significativas. Una posible sexta dimensión donde el prisma pasa a ser una
bombilla encendida que ilumina a todas las percepciones.
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